Claude de Saint-Martin (1743-1803) Filósofo hermetista. Nació en el seno de una familia aristocrática, en Amboise, valle del Loira. Tras una infancia en la que mostró una indiscutible capacidad para el estudio y notables virtudes morales, cursó la carrera de Derecho, convirtiéndose en abogado a una edad muy temprana. Pronto abandonó la jurisprudencia para abrazar, paradójicamente, la carrera de las armas.
A través de uno de sus amigos oficiales que pertenecía a la orden hermética de los Elegidos Cohen, conoció esta secta y en ella a Martines de Pasqually* , su fundador, que le impresionó vivamente.
Posteriormente se hizo rosacruz, alcanzando el grado más alto en esta nueva orden.
Tras abandonar el ejército para dedicarse por entero a su trabajo espiritual, fue nombrado por Martines de Pasqually —con quien seguía manteniendo muy buenas relaciones— su secretario particular.
El pensamiento martinista giraba alrededor de un principio básico: el individuo debe liberarse de cuanto constituyó el «hombre viejo», para hacerse dueño de su destino, y no seguir siendo más «el hombre del torrente». De forma voluntaria debe convertirse en «hombre de deseo», haciendo nacer en él, con ayuda de la Providencia, el «hombre nuevo». Cuando haya alcanzado ese estado, mediante una completa regeneración de su ser, y a través de un segundo nacimiento, se convertirá en «hombre espíritu», tal como fue en el inicio de la Creación.
En 1803 murió Saint-Martin; no obstante, la influencia de su doctrina siguió marcando a muchas otras figuras del hermetismo. Una vez desaparecido su maestro, los «martinistas»', como se hacían llamar sus seguidores, fueron decayendo y no se mostraron muy activos.
Término utilizado en esoterismo, espiritualidad o, en el movimiento rosacruz.