Dentro del misticismo del siglo XVII aparece la secta de los Polaros, fundada por un ermitaño de la zona de Roma de nombre Jerome, que mantenía un culto mezcla de una tradición reverencial a Apolo y de tendencias rosacruces.
Defendían el poder de los oráculos y la comunicación telepática ya que a través de ambos elementos conseguían alcanzar la fuerza astral.
Expresión asociada a sectas o movimientos sectarios.