Contestaciones dadas por las divinidades, por boca de las pitonisas y de los sacerdotes del paganismo, a las consultas que ante sus ídolos se hacían.
También se daba el nombre de oráculo a una figura o imagen que representaba la deidad cuyas respuestas se pedían.
El más famoso de los oráculos era el de Delfos, pero eran asimismo muy renombrados los de Claros, Ammon, Serapis, Heliópolis y algunos más.
Hanse atribuído por unos al diablos.
Porfirio, Jámblico y otros filósofos platónicos admitían que los oráculos era expresados por "demonios", palabra que los antiguos cristianos tomaron en el sentido de "diablo", y no en el de "genio" o "divinidad", como debe entenderse.
(Véase: Daimon).
Opinan otros que los oráculos no son otra cosa que hábiles supercherías, de las cuales parece que han podido comprobarse no pocas.
(Véase: Diccionario filosófico, artículo Oracles).
La mayor parte de los oráculos tenían un carácter equívoco o de ambigüedad, de suerte que por su doble sentido podían interpretarse de diversas maneras, según se halla demostrado en numerosos ejemplos de la Historia antigua, como el expresado en el siguiente verso latino: Credo equidem Eacidas Romanos vincere posse, que tanto podía significar que los romanos podían vencer a los eácidos, como que éstos podían vencer a los romanos.
No se confundan estos oráculos con las predicciones que durante el "furor profético" hacen algunas personas dotadas de alto grado de espiritualidad.
(Véase: Chrestos).
Término relacionado con magia, amuletos, sistemas oraculares.