Movimiento de carácter dualista fundado por Mani o Manes (215-275).
Natural de Seulecia, propagó sus doctrinas sobre todo en el imperio persa.
Murió quemado vivo por orden de Bahram I.
Mani propugnaba el sincretismo, aunque básicamente procede del zoroastrismo y de la dualidad existente entre la luz y las tinieblas, que se reflejaba en la miseria humana de su condición, debida a una desgracia primordial por la que las partículas de luz quedaron aprisionadas en cuerpos materiales.
Se consideraba sucesor de Buda, Zoroastro y Jesús, enviado a los hombres para salvarlos mediante la revelación de unas verdades esotéricas. Expuso la necesidad de una ascética rigurosa en cuanto al sexo y los alimentos, a favor del vegetarismo.
En el maniqueísmo es fundamental el origen, el tiempo anterior a la separación entre la Luz y las Tinieblas, principios eternos y engendrados de los dos mundos.
Julien Ries presenta un extraordinario trabajo sobre Mani y el maniqueísmo en donde expone el desarrollo de este concepto de la forma siguiente:
Arriba está situado el reino de la Luz que es la morada del Padre de la grandeza. El soplo del Espíritu expande la luz y vida sobre los cinco elementos que constituyen este dominio y sobre los doce espíritus que lo habitan. Abajo se encuentra el reino de las Tinieblas: cinco abismos superpuestos, presididos por cinco arcontes con formas de demonio, de león, águila, de pez y de serpiente. Este reino está regido por el Príncipe de las Tinieblas, marcado por la perfidia, la pestilencia, la fealdad, la amargura, los celos: es el dominio de la materia, del error, de la mentira.
El primer momento del tiempo intermedio es el del hombre primordial llamado a defender el reino de la Luz contra el ataque del Príncipe de las Tinieblas. En el transcurso de este gigantesco combate cósmico, el Padre de las Luces evoca a la Madre de los Vivientes y, por emanación, hace surgir al hombre primordial, su propia alma que conduce el combate con la ayuda de sus cinco hijos:el aire, el viento, la luz, el agua y el fuego. El hombre primordial cae entre los arcontes heridos, es el origen mítico de la combinación luz-tinieblas, la caída del destello divino en la materia.
El segundo momento del tiempo intermedio es el de la creación realizada por el Espíritu Viviente que abate a los arcontes, los encadena y los despedaza. De sus pieles hace la bóveda celeste, de sus huesos crea las montañas, de su carne y de sus excrementos fabrica la tierra. Este demiurgo creador libera también una parte de la luz caída con la que hace el sol, la luna y las estrellas. Para salvar más luz el Padre de la naturaleza evoca el Tercer Enviado, que adopta la forma de una maravillosa Virgen de la Luz, lo que excita a los arcontes. Su semilla cae sobre la tierra y se produce la creación de la vegetación y de los árboles, seguida de la creación de los animales. La primera pareja humana, Adán y Eva, va a nacer.
Comienza el tercer momento del tiempo intermedio: es el tiempo de los mensajeros gnósticos, cuando éstos empiezan a sucederse: Sethel, hijo de Adán, Enos, Henok, Sem hijo de Noé, Abraham, Zaratustra, Buda y Jesús, venido a este mundo bajo una apariencia humana que promete el envío del Paráclito.
Esta teoría influyó en gran cantidad de movimientos cristianos medievales, como cátaros, bogomilos, albigenses...
Término empleado en el zoroastrismo, zend avesta