A la lámpara se la consideró siempre como un símbolo de la inteligencia y del espíritu.
Según afirma Fulcanelli*, las lámparas ardientes, que también reciben el nombre de perpetuas o inextinguibles, constituyen una de las realizaciones más sorprendentes de la ciencia hermética.
Están fabricadas con el elixir líquido puesto en estado radiante, y manteniéndolas en un vacío lo más completo posible.
De este modo las lámparas pueden arder eternamente Cita también el mencionado alquimista un párrafo del Diccionario de las Artes y de las Ciencias, publicado por Thomas de Corneille en 1731, según el cual en 1401 un campesino «desenterró cerca del Tíber, a cierta distancia de Roma, una lámpara de Palas que había estado ardiendo durante más de dos mil años, como se vio por la inscripción, sin que nada hubiera podido apagarla.
La llama se extinguió en cuanto se practicó un pequeño orificio en la tierra».
Bajo el pontificado del Papa Pablo III (1534-1549) se descubrió que en la tumba de Tulia, hija de Cicerón, había una lámpara perpetua que todavía ardía dando una viva luz, aunque aquella tumba no hubiera sido abierta desde hacía más de mil quinientos años.
Fulcanelli cita otros casos menos espectaculares, como la lámpara del templo de Trevaudrum, en India, que seguía brillando después de más de ciento cincuenta años.
Símbolos o conceptos simbólicos utilizado en esoterismo o religiones.