o Libro de los Cambios Este universalmente conocido libro de consulta y predicción chino tiene una antigüedad que posiblemente se remonte al tercer milenio a. C. Al igual que la mayor parte de la sabiduría china, su transmisión fue oral en un principio.
Se cree que fue escrito, por primera vez, alrededor del año 1100 a. C. por el rey chino Wen, al que ayudó su hijo, el duque de Chou, por lo que para algunos investigadores es el libro escrito más antiguo del mundo. En los ss. VI y V a. C. el gran sabio y estadista Kung-fut-zu (Confucio) enriqueció notablemente el texto, añadiéndole muchos comentarios personales y filosóficos de tipo personal.
El I Ching se mantuvo prácticamente desconocido en Occidente hasta hace poco más de un siglo, aún cuando Leibniz lo conoció a través de Mateo Ricci, misionero jesuita en China; experimentando, sin embargo, en los últimos años una difusión que no ha parado de incrementarse. Constituye, al mismo tiempo, una de las ramas de las prácticas y métodos del hermetismo y de las ciencias tradicionales chinas más estudiados hoy día, entre las que tampoco pueden omitirse la acupuntura, las artes marciales o el taoísmo.
El principio básico del I Ching es la categorización de los fenómenos con arreglo a las fuerzas negativa y positiva del Universo, llamadas yin y yang; polarización de las fuerzas cósmicas que representa un aspecto del pensamiento chino, que se remonta a la prehistoria más remota.
En substrato, el I Ching es una guía para enfrentarse de la manera más apropiada a cualquier circunstancia de la vida. En esto, como en tantos otros campos, los chinos nos han dejado este método interpretativo, y eminentemente práctico, para ayudamos a encontrar el rumbo correcto en la vida cotidiana, ya que al basarse en el principio de que todo está sometido a una continua mutación —de ahí viene su otro nombre de Libro de los cambios—, nos enseña cómo, cuándo y dónde actuar.
Para entender el funcionamiento del I Ching, como muy bien apunta S. Dening, resulta muy oportuno establecer una comparación entre este método y otra de las ancestrales ciencias chinas, la acupuntura, ya que también ésta se halla basada en principios similares. En este último caso, el acupuntor se concreta en el flujo de la energía corporal. La enfermedad termina apareciendo en el punto en el que se producen desequilibrios o bloqueos de ese flujo, y cuando se han llevado a cabo las correcciones adecuadas en el campo energético, el cuerpo recupera-las condiciones óptimas para curarse por sí mismo.
En este sentido, el mecanismo del I Ching es similar, si bien no en lo que concierne al cuerpo sino a las situaciones con las que el individuo tropieza en la vida. Tales situaciones son consideradas como campos energéticos en los que actúan diferentes fuerzas, creando un particular estado de cosas.
Por tanto, si el consultante del I Ching desea cambiar la situación problemática, es necesario que primero se realice lo necesario para modificar el flujo de la energía. De esta forma se beneficiará la situación en su conjunto, del mismo modo que las agujas del acupuntor actúan sobre todo el cuerpo. Así pues, el 1 Ching identifica las fuerzas desencadenadas en una determinada situación, y recomienda la acción o la actitud más adecuada según las circunstancias. Es decir, el libro nos dice lo que debe hacerse para que las cosas mejoren.
El método para conseguir esto se fundamenta, como ya queda dicho, en los dos principios básicos de la vida, según el pensamiento chino: la fuerza masculina, positiva o y la fuerza femenina, negativa o yin. El I Ching consta de 64 hexagramas, o conjuntos de seis líneas, que forman diferentes combinaciones. Hay dos tipos de línea, una es quebrada y la otra continua, que representan los dos principios del yang y yin. Según la tradición china, estos hexagramas, cada uno de los cuales posee su propio nombre, simbolizan todos los posibles tipos de situaciones que se pueden encontrar en la vida. Esto significa que cualquier circunstancia o problema que se presente, siempre estará compuesto por una combinación particular de energía yin y yang. Por ello, si se quiere obtener un resultado satisfactorio será conveniente identificar las fuerzas que están interviniendo en esa determinada circunstancia y corregir los desequilibrios existentes.
Al referirse al I Ching en el prólogo que escribió para la traducción del libro hecha por R. Wilhelm, el psicólogo C. G. Jung* afirmaba que este libro actúa según lo que él llamaba el principio de sincronicidad o coincidencia significativa. Es decir, en el momento en el que el consultante arroja las monedas —elemento indispensable del I Ching, es significativa la forma en que caen; el hexagrama resultante refleja la sabiduría que existe en la mente subconsciente, pero que, por lo general, permanece en gran parte oculta. Al concentrarse en la situación por medio de las monedas, el consultante puede acceder a esos niveles profundos del subconsciente.
Es por ello que muchos estudiosos del 1 Ching consideran que su uso llega a incrementar, a la larga, la intuición personal.
Es necesario apuntar que no debe considerarse al 1 Ching simplemente como un libro para predecir la suerte, Es tan sólo —si bien, de modo muy significativo y profundo— una guía en aquellas situaciones que presentan dudas. La sabiduría china era muy consciente, cuando creó este libro de consulta, que los cambios son parte intrínseca del flujo de la vida. Es evidente que debido al afán de seguridad que domina al ser humano éste trate de aferrarse a algunas situaciones que, si bien ya se han deteriorado, le son conocidas. Se suelen vivir los cambios como una amenaza, más que como un reto; por este motivo, con mucha frecuencia no se logra ver las posibilidades inherentes a una nueva situación. El I Ching es, a este respecto, un elemento valioso que permite hacer frente a tales cambios de forma más inteligente y armoniosa.
La forma de consultar el I Ching es la siguiente: se toman seis monedas que tengan el mismo tamaño y valor (si es posible, se utilizarán monedas chinas, aunque esto es accesorio), que deben estar convenientemente lavadas y destinadas para este fin. La pregunta que va a formularse ha de ser clara, evitando todo tipo de ambigüedades y estructuras disyuntivas. Es imprescindible también que el consultante mantenga una disposición adecuada cuando realiza la consulta, evitando considerar al I Ching como un simple juego. Tampoco es conveniente formular una y otra vez la misma pregunta.
Se hacen seis tiradas y se anotan los resultados obtenidos, conformando posteriormente el correspondiente hexagrama. El valor de las tiradas es la suma de los puntos obtenidos, teniendo en cuenta que la cara de la moneda posee un valor 3 y la cruz un valor 2. Se establecen entonces las líneas, siempre según el principio de que a los valores pares les corresponderán líneas enteras, y a los impares líneas quebradas. Por último se comprueba el modelo al que corresponde el hexagrama conseguido.
Expresión relacionada con el taoísmo, confucionismo y la cultura china.