La raíz etimológica de la forma graal puede proceder de la palabra celta gas- (piedra); otros autores creen que proviene de la voz del francés arcaico gréal (vasija en forma de copa).
De acuerdo con una leyenda de origen céltico, el Grial era un recipiente, vaso o copa sagrada, en el que José de Arimatea recogió la sangre de las heridas de Jesús, en la Crucifixión.
Otras versiones modifican dicha utilización, afirmando que fue la copa utilizada por el Maestro en la Última Cena.
De este modo, el vaso sagrado era poseedor de grandes poderes.
Tras la muerte de José de Arimatea —siempre según la tradición—el Grial fue guardado en un lugar secreto que custodiaban ángeles y al que sólo podían acceder caballeros iniciados.
La leyenda del Grial se relaciona directamente con la llamada «materia de Bretaña» en la que se menciona en forma novelada o poética distintos episodios de la vida del legendario rey Arturo.
En los ss. XII y XIII poetas de la talla de Chrétien de Troyes (activo entre 1160-1190) y Wolfram von Eschenbach (1170-1220) se sintieron atraídos por esta leyenda. El primero de ellos, de cuya vida se sabe tan sólo que era originario de la Champagne y que desarrolló la mayor parte de su actividad en la corte del conde de Troyes, escribió Perceval o El cuento del Graal (Perceval ou Li contes del Graal) que parece quedó interrumpido a su muerte y fue continuado por diversos autores.
Por su parte, Wolfram von Eschenbach retomó la obra de Chrétien de Troyes, basándose en las leyendas del ciclo bretón del Grial y escribió su gran poema caballeresco Parzival (Parsifal).
En esta obra del autor alemán se halla presente la tradición céltica del rey Arturo y la Tabla Redonda. En el largo poema, sin duda el más amplio y profundo de la lírica medieval alemana, el Grial es una piedra preciosa que se encuentra guardada y custodiada por una serie de caballeros sin tacha, en el castillo de Montsalvache. Parzival o Parsifal, tras superar un sinnúmero de obstáculos y tentaciones, encuentra el castillo. Allí le proporciona consuelo al rey Anfortas y, dadas las muestras de su virtud, se le permite no sólo contemplar el Grial sino convertirse en su custodio. En su obra, Wolfram establece la relación entre el conocimiento del cosmos y la esmeralda, al identificar de algún modo al Grial con una piedra relacionada con la esmeralda.
Durante el periodo nazi, un escritor y periodista alemán, Otto Rahn, dijo estar convencido de saber cuál era el misterioso castillo en donde se guardaba el Grial. Tras realizar intensas investigaciones en Montségur, pequeña población francesa del Languedoc, aseguró que los cátaros —poseedores en la Edad Media del santo vaso, y exterminados posteriormente y de forma brutal por la cruzada ordenada por el papa Inocencio III—, habían ocultado allí la reliquia, que no era otra cosa que un objeto de Luz. Incluso parece ser que se llevaron a cabo expediciones a este último santuario cátaro del castillo de Montségur, por orden de las autoridades nacionalsocialistas.
El grial ha sido considerado por algunos autores hermetistas como la clave del conocimiento, a la vez que lo asocian con la Piedra filosofal* de los alquimistas, convirtiéndolo en un símbolo de la transformación personal.
Término utilizado en esoterismo, espiritualidad o, en el movimiento rosacruz.