Dentro de los misterios que siguen sorprendiendo tanto a profanos como a los científicos de nuestro tiempo y que ha servido para hacer correr ríos de tinta— se encuentra el de la erección y propósito de esta inmensa construcción. Situada a pocos kilómetros de la ciudad de El Cairo, la gran pirámide de Keops ocupa una superficie de cinco hectáreas en la meseta de Gizeh. Está compuesta por más de dos millones de bloques de piedra (exactamente 2.300.000), entre los cuales hay algunos que llegan a pesar 70 toneladas. Originariamente tuvo un revestimiento de caliza que se ha perdido, al igual que su cúspide que, posiblemente, fue metálica. Aunque la pirámide es el mayor edificio que se haya construido a lo largo de la historia, el asombro que producen sus dimensiones gigantescas no puede competir con el enigma que encierra su construcción. Sigue sin comprenderse cómo, hace más de cuatro mil años, se pudieron transportar hasta su emplazamiento final bloques de semejante peso y tamaño, haciéndolos encajar posteriormente de forma casi milimétrica. Según la arqueología convencional, la Gran Pirámide fue erigida con ayuda de una mano de obra no especializada se trataría de campesinos sin experiencia, empleados en un trabajo subsidiario—, que en ningún caso pudo utilizar ruedas o poleas, desconocidas en aquella época. Naturalmente, esta explicación, aunque se la adorne con un número exorbitante de trabajadores y de años transcurridos en su construcción, no aclara en modo alguno cómo pudieron resolver los ingenieros y arquitectos de entonces las dificultades técnicas generadas por tal empresa.
A esto hay que añadir el hecho de que, al cabo de tantos millares de años, sigan manteniéndose en perfectas condiciones los ángulos y planos de su estructura interior, que continúan siendo uno de los ejemplos de mayor precisión que pueda mostrar construcción alguna.
Todavía existe una tradición en los pueblos de Oriente Próximo que asegura que la pirámide se pudo construir gracias a mecanismos mágicos que superaron sin dificultad todos obstáculos presentados. Es posible que tal magia tuviera que ver con una teoría barajada por algunos investigadores. Se trataría de la utilización de una ciencia desconocida basada en el sonido. En época muy reciente —año 1965— Pierre Gayraud, ingeniero francés, construyó un mecanismo ultrasónico parecido a un enorme silbato que funcionaba mediante aire comprimido. La utilización de este artefacto provocó resultados tan sorprendentes como la rotura de cristales y el temblor en edificios situados a más de un kilómetro de distancia.
La emisión de ultrasonidos procedentes de algunos bloques pétreos es algo estudiado recientemente, incluso por el Instituto de Arqueología de Oxford.
Se cree que en la erección de muchos monumentos megalíticos europeos consumidos en la misma época de las Pirámides, tuvo mucho que ver esta técnica del ultrasonido.
El otro gran misterio de la Gran Pirámide lo constituye el propósito y objetivo de su construcción. Para la arqueología ortodoxa, esta inmensa mole estaba destinada a tumba del faraón; y aunque hoy se empiezan a barajar atisbos de otros posibles propósitos, esa teoría sigue estando vigente. En contra de semejante afirmación están una serie de hechos.
Al margen de que hace casi mil doscientos años un califa árabe mandara romper los sellos —hasta entonces intactos— de la cámara real, no encontrando en ella más que un sarcófago vacío, están las investigaciones de matemáticos y arqueólogos que señalan que la cámara real nunca estuvo destinada a contener momia alguna. Un buen número de científicos está de acuerdo en que la pirámide, constituía un elemento gigantesco de cálculo para establecer mediciones astronómicas, mientras que el sarcófago encontrado en la cámara real no sería otra cosa que una unidad para medir volúmenes.
No menos sorprendente es el hecho de cómo pudieron construirse las cámaras interiores sin, al parecer, la ayuda de antorchas: ya que no se encontró el menor rastro de humo en techos ni paredes. Un investigador, Fernand Ihek, expuso una teoría muy sorprendente: los constructores habrían utilizado una ciencia desconocida por nosotros, mediante la cual las formas geométricas producen energía y una luminosidad propia. lhek afirmó también que debido a la forma piramidal que tenía la magna construcción los materiales orgánicos que pudiera haber en su interior no llegaban a corromperse, una teoría que fue ratificada y ampliada más tarde por otro investigador, M. Bovis.
Los ocultistas, por su parte, encuentran una explicación al enigma que concierne a la finalidad de la pirámide. Para ellos la pirámide se utilizaba como un poderoso centro de iniciación; y aseguran que en el sarcófago de la cámara real no se introducían los cadáveres momificados, sino que los iniciados que allí se colocaban lo hacían para tener experiencias de proyección astral* que les permitían conocer otros planos de existencia. Aunque esta idea pueda parecer, en principio, un tanto pintoresca, investigadores como Paul Brunton*, que llegaron a experimentar personalmente la energía que reina en la cámara real, han confirmado la capacidad que tiene la pirámide, y ese recinto en particular, para provocar tal tipo de proyecciones.
Término utilizado en arqueología.