Si el aspirante se halla en el pináculo de dolor y de la amargura, se halla también más cerca del trono de la gracia.
La agonía y la amargura, el dolor y el sufrimiento acumulado en el pecho del Cristiano místico, es más precioso y valioso que todas las riquezas de las Indias, porque cuando ha perdido todo el acompañamiento humano y cuando se ha dado y ofrecido a sí mismo total y completamente al Padre, ocurre una transformación: la amargura se convierte en compasión, la única fuerza en el mundo que puede fortificar a un hombre para poder ascender al monte del Calvario, el Gólgota, y dar su vida por la humanidad, no un sacrificio mortal, sino un "sacrificio viviente" elevándose y ascendiendo él mismo al elevar y subir a los otros.
Cristo dijo a sus discípulos: "Vosotros no podéis seguirme aún, pero me seguiréis más tarde"; y esto ocurre también con nosotros.
Tenemos que mirar una y otra vez en el interior del Templo oscurecido, el Santo de los Santos, antes de que estemos capacitados para quedarnos allí del todo y demos el último salto; antes de que estemos realmente en disposición de llegar a la cúspide de la cruz, el lugar del cráneo; ese punto de nuestras propias cabezas por el cual se marcha el espíritu al abandonar el cuerpo definitivamente al morir o bien para desempeñar sus funciones de Auxiliar Invisible.
Este Gólgota es el punto final asequible al desarrollo humano, y debemos prepararnos para entrar en la habitación oscura muchas veces, antes de que estemos preparados para el Clímax final.
Símbolos o conceptos simbólicos utilizado en esoterismo o religiones.