En gran parte de las regiones de influencia céltica se encuentra esta figuración, la de un niño cubierto con un manto y capucha.
Las interpretaciones divergen; algunos quieren ver un símbolo de la fecundidad, o de la muerte, pero conviene recordar que los celtas creían en la reencarnación y que el espíritu del difunto retornaba a la vida para habitar el cuerpo de un niño.
Expresión utilizada en mitología.