teoría de Gaia. En 1979 el científico británico James Lovelock propuso una teoría según la cual debía considerarse a la Tierra como un ser viviente, confirmando así las intuiciones de numerosas generaciones le místicos. Lovelock trataba de explicar con su teoría las anomalías observadas por los científicos desde hace mucho tiempo: los mares no tienen el grado de salinidad que deberían tener, pues los cálculos efectuados por medio de ordenador respecto a la sal transportada por los ríos hasta el mar indican que, en la actualidad, la concentración salina debería ser mucho mayor.
La atmósfera no contiene la proporción de dióxido de carbono que correspondería a un planeta de la edad de la Tierra, el cual debería ser prácticamente inexistente.
Por otro lado, los cálculos basados en las leyes de la termodinámica sugieren muy claramente que, después de cinco mil millones de años, nuestro planeta tendría que ser una masa inerte, fría y carente de vida.
Lovelock explicó todas estas anomalías sugiriendo que la estabilidad de nuestra atmósfera sólo podía explicarse suponiendo que ésta estuviera ligada a la biosfera, término que engloba la totalidad de las especies animales y vegetales existentes en la Tierra.
Y yendo todavía más lejos propuso que la litosfera (la parte sólida del planeta), la biosfera y la atmósfera constituían un sistema integrado.
Dicho sistema sería el cuerpo gigantesco de una entidad viva, el ser de mayor tamaño existente en el sistema solar.
La tarea más importante de la humanidad consiste en cuidar de la salud de este organismo, a fin de que las condiciones ambientales no se deterioren y se rompa el equilibrio del sistema.
Bautizó a este gran ser vivo con el nombre de Gaia (Gea), que era el nombre que los antiguos griegos daban a la diosa de la Tierra.
Expresión asociada a la Nueva era.