Época polar.
En la evolución de nuestra Tierra se ha denominado así a un período de tiempo en el cual comenzó la evolución humana y que estaba confinada en la región polar del Sol. Nuestra Tierra era todavía parte del Sol y se encontraba en estado ígneo, es decir, las sustancias que ahora componen nuestro mundo estaban en fusión y la atmósfera era gaseosa. De esta sustancia sutil, química, del. Sol, construyó el hombre su primer cuerpo mineral, ayudado por los Señores de la Forma.
Época hiperbórea.
Se denomina así al período de tiempo que sucedió a la Época Polar y a cuyo fin la Tierra fue diferenciada y arrojada y comenzó a girar alrededor del Sol.
Durante la Época Hiperbórea el hombre atravesó el estado vegetal, pues tenía entonces un cuerpo denso y uno vital y una consciencia semejante a la del sueño sin ensueños. Durante la primera parte de la Época Hiperbórea, mientras la Tierra estaba todavía unida al Sol, las fuerzas solares suministraban al hombre el sustento que necesitaba e inconscientemente éste irradiaba el exceso fuera de sí mismo con el propósito de pro pagarse.
Al finalizar la Época Hiperbórea, la parte que ahora es la Tierra fue arrojada del Sol y comenzó a girar en torno del cuerpo de su padre, siguiendo una órbita un tanto distinta de la que ahora sigue. Poco después fueron arrojados Venus y Mercurio. En ese tiempo, en la Época Hiperbórea, el cuerpo del hombre era un enorme saco gaseoso, flotando sobre la tierra ignescente, y arrojaba de sí esporos parecidos a los de los vegetales, que crecían y eran aprovechados por otras entidades nacientes.
En aquel entonces el hombre era bisexual, hermafrodita.
Época lemúrica.
En este lapso actuaron sobre el hombre varias jerarquías como Arcángeles, Señores de la Mente y de la Forma que le ayudaron marcando el nacimiento de la individualidad.
La Época Lemúrica queda descripta en la Biblia como la obra del día quinto. Como esta Época es la tercera, es en cierto sentido una recapitulación del Período Lunar, y en la narración bíblica encontramos descriptas las condiciones que existieron en el Período Lunar; agua, neblina ardiente y las primeras tentativas de movimiento y respiración vital.
En la tercera, o Época Lemúrica, el hombre tuvo su cuerpo de deseos y estaba constituido análogamente al animal: un hombre-animal. La atmósfera de la Lemuria era muy densa, un tanto parecida a la niebla ígnea del Período Lunar. La corteza terrestre entonces comenzaba a adquirir dureza y solidez en algunas partes, mientras que en otras todavía estaba en fusión, y entre esas islas de corteza dura había un mar de agua en ebullición.
Erupciones volcánicas y cataclismos marcaron el tiempo en el que fuegos ardientes luchaban contra la formación de la corteza que los rodeaba y que los iba aprisionando. Sobre las partes más duras y relativamente enfriadas vivió el hombre rodeado por bosques gigantescos y por animales de enorme tamaño.
Las formas de los animales y hombres eran todavía muy plásticas. El esqueleto ya se había formado, pero el hombre tenía gran poder para modificar o modelar la carne de su cuerpo y la de los animales que lo rodeaban.
Cuando, a mediados de la Época Lemúrica, se efectuó la separación de los sexos, el Ego comenzó a "Obrar ligeramente en su cuerpo denso, creando órganos internos. El hombre no tenía en aquel entonces la plena consciencia de vigilia que hoy posee, pero por medio de la mitad de la fuerza sexual, construyó el cerebro para la expresión de su pensamiento. Estaba más despierto en el Mundo Espiritual que en el Físico; apenas podía ver su cuerpo y estaba inconsciente del acto de la propagación. No había ni dolor ni perturbación alguna relacionada con el parto; ni se enteraba de la pérdida de su cuerpo denso al morir, o de su nueva instalación en otro cuerpo denso al renacer.
Época atlante.
La antigua Atlántida difería de nuestro mundo actual en muchas cosas, pero su mayor diferencia se encontraba en la constitución de su atmósfera y del agua de aquella época.
De la parte austral del planeta venía el aliento ardiente de los volcanes, que se encontraban aún muy activos. Del norte llegaban los bloques de hielo de la región boreal. El continente Atlante era el punto donde se juntaban esas dos corrientes y, por consiguiente, su atmósfera estaba siempre sobrecargada de una neblina espesa y pesada.
El agua no era tan densa como ahora, pues contenía una proporción mayor de aire. Había, además, mucha agua en suspensión en la pesada y nebulosa atmósfera de la Atlántida. A través de esa atmósfera nunca brillaba el Sol con claridad. Aparecía como rodeado de una aura de luz vaga, como sucede con los faroles de las calles en tiempos de neblina, y las líneas de los objetos distantes se veían borrosas e inciertas.
El hombre se guiaba más por su percepción interna que por su visión externa. Tenía el hombre entonces cabeza, pero casi nada de frente. Comparados con nuestra humanidad eran gigantes; sus brazos y piernas eran mucho más largos, proporcionalmente a su cuerpo, que los nuestros. En vez de caminar marchaban a saltitos, semejantes a los del canguro.
En la Época Atlante se desarrollaron las siguientes siete Razas: Los Rmoahals formaron la 11 Raza; Los Tlavatlis formaron la 21. Raza; Los Toltecas formaron la 31 Raza; Los Turanios formaron la 41 Raza; Los Semitas formaron la 51 Raza; Los Acadios formaron la 61 Raza; Los Mongoles formaron la 71 Raza.
Conforme las pesadas neblinas de la Atlántida se condensaban más y más, la creciente cantidad de agua fue inundando gradualmente ese continente, destruyendo la mayor parte de la población y las evidencias de su civilización. Pero un gran número se salvó del continente que se sumergía bajo las inundaciones y ganaron la Europa. Las razas mongólicas son las descendientes de esos refugiados atlantes.
Los negros y las razas salvajes de pelo duro y motoso son los últimos remanentes de los lemures.
Época aria.
Se denomina así porque fue el período de tiempo en el cual nació la raza Aria en el Asia Central, descendiente de los Semitas, la cual perfeccionó la mente y la razón y a la que pertenecemos.
En la época presente (la quinta o Aria), el hombre conoció el uso del fuego y de otras fuerzas, cuyo divino origen se le ocultó intencionalmente, a fin de que pudiera emplearlo libremente para los más elevados propósitos de su propio desenvolvimiento.
Por lo tanto, tenemos en la actual época dos clases: la una que mira a la Tierra y al hombre como siendo de origen divino; la otra que ve todas las cosas desde un punto de vista puramente utilitario.
Los más avanzados de nuestra humanidad obtuvieron al principio de la Época Aria las Iniciaciones superiores para que pudieran ocupar el lugar de los Mensajeros de Dios, o sea los Señores de Venus.
Tales Iniciados humanos, fueron desde ese tiempo los únicos mediadores entre el hombre y Dios.
Aunque no aparezcan públicamente ni muestren signos o maravillas son, sin embargo, los Guías y Maestros. El hombre quedó en completa libertad de buscarlos o no, según deseara.
Los nombres de las razas que han aparecido sobre la Tierra durante la Quinta Época hasta ahora, son los siguientes: 1) La Aria, que fue hacia el sur de la India; 2) La Babilonio - Asirio - Caldea; 3) La Persa - Greco - Latina; 4) La Céltica; 5) La Teutónico Anglo Sajona.
Dos razas más se desarrollarán en nuestra Época actual, siendo una de ellas la Eslava.
Cuando, en el transcurso de unos cuantos centenares de años, el Sol (debido a la precesión de los equinoccios) haya entrado en el signo de Acuario, el pueblo ruso y las razas eslavas en general, alcanzarán un grado de desarrollo espiritual que los llevará mucho más allá de su condición actual.
De los eslavos descenderá un pueblo que formará la última de las siete razas de la Época Aria, y del pueblo de los Estados Unidos descenderá la última de todas las razas de este esquema, evolutivo, que comenzará su curso al principio de la Sexta Época.
Símbolos o conceptos simbólicos utilizado en esoterismo o religiones.