(1193-1280) Famoso filósofo, teólogo y alquimista de la Edad Media. Nacido en Lauingen según otros, en Schwaben—. Alemania, en el seno de una familia aristocrática, el conde Alberto de Bollstadt, futuro «Doctor universalis», tuvo ocasión a lo largo de su dilatada vida de realizar una importante labor docente, paralela al desempeño de sus numerosos cargos eclesiásticos. El hecho de que fuera maestro del insigne Tomás de Aquino, quien reconoció públicamente la dimensión intelectual de su figura, es otro timbre más que se añade a su gloria.
Tras estudiar en las universidades de Bolonia y Padua, Alberto ingresó en la orden de los dominicos, de la que llegaría a ser su provincial en Alemania. Su labor docente se desarrolló en las universidades de Friburgo, Estrasburgo y Colonia, terminando finalmente en París. Nombrado obispo de Ratisbona, abandonó este cargo para poder dedicarse con más intensidad a la enseñanza. Las grandes fuentes en las que bebió Alberto Magno hay que buscarlas, dejando a un lado a Aristóteles —del que fue el más grande tratadista— en el pensamiento filosófico alejandrino, árabe y judío. Fue un notable estudioso de las Ciencias Naturales, de la Física y de la Química, no dejando de lado a la alquimia.
Convencido de la posibilidad de una teología racional, elaboró pruebas inductivas de la existencia de Dios partiendo de la experiencia sensible, mediante el principio de causa. Alberto Magno tenía puntos de vista muy abiertos sobre lo que podía considerarse magia o milagro. Como experimentador nato que era, mantenía la opinión de que todo lo que no podía demostrarse de manera rotunda debía dejarse en entredicho. En este sentido adelanta afirmaciones como la de que los astros pueden regir el «alma» de plantas y animales, pero no la del hombre, hecha a imagen y semejanza de Dios. Sin embargo, reconoce que los astros, y muy especialmente la Luna, ejercen una notable influencia sobre la obra alquímica. Sobre esta última, y a juicio de algunos autores, Alberto Magno creía posible fabricar artificialmente metales. Algunos contemporáneos suyos afirmaban que el sabio llegó a construir un autómata, que le servía de criado, y cuyas partes habían sido «fabricadas» bajo el influjo de determinados metales. Lo cierto es que Alberto, al que se llegó a llamar «La maravilla del siglo», no rehuyó ninguna manifestación del saber, por criticada que fuera, y sentía una profunda pasión por las ciencias naturales, cosa poco frecuente en los eruditos de su tiempo. Alberto Magno fue canonizado por la Iglesia Católica en el siglo XX.
Símbolos o conceptos simbólicos utilizado en esoterismo o religiones.